Los primeros colonos de los Altos Elfos que llegaron al viejo mundo se adentraron hacia el interior llegando a los límites del gran bosque denominado por los Elfos como Athel Loren que significa Bosque del amanecer del mundo en su idioma.
El Reino de Athel Loren |
Durante la guerra entre Altos Elfos y Enanos y el posterior abandono de las colonías élficas, este bosque fue el que más refugiados elfos atrajo debido a que había permanecido prácticamnete intacto desde la creación del mundo. Ni los orcos y goblins, ni los montruos, ni los hombres bestia osaron profanar el bosque.
El bosque seguía siendo un refugio donde los poderosos Hombres Árbol y las Driades podían vivir en paz sin ser molestados. Los venignos bientos de la magia parecían proteger el bosque, ayudándole a florecer.
Después de que los Elfos Silvanos se estableciaran en el bosque y apaciguaran a sus espíritus que les dieron la bienvanida como sus amigos y guardianes, los Elfos Silvanos protegieron el bosque durante siglos, cuando las tribus nómadas de Hombres y Orcos emigraban por todo el viejo mundo.
Athel Loren es el más viejo de todos los bosques del Viejo Mundo, sus árboles más ancianos crecieron a partir de las semillas sembradas por los servidores de los desaparecidos Ancestrales. Se trata de un lugar místico cuya sombra se extiende más allá de lo que muchos piensan. Nadie sabe decir si fueron los Ancestrales quienes le dieron la vida a este bosque o si fue la llegada del Caos lo que hizo despertar a sus árboles. Todo lo que se sabe es que en el amanecer de los tiempos los árboles empezaron a pensar y a tener sentimientos como el enfado y el odio. El bosque tomó conciencia de sí mismo y de las demás razas de pequeños seres que habitaban el mundo.
Monolitos con ajadas runas élficas delimitan los lindes de este reino ancestral. Tras ellos habitan enormes árboles cuyas ramas se mueven con suavidad, como intentando escapar a la barrera mágica que conforman los primeros. Las raíces se retuercen y se clavan en las rocas cubiertas de musgo y una baja neblina se arremolina en torno a los árboles y alcanza los claros y roquedales. Este verdoso laberinto desconcierta hasta a la más valerosa de las almas. El intruso no deja de ver movimientos por el rabillo de su ojo, escuchar extraños sonidos a su alrededor y sentir que le están observando en todo momento. El bosque parece estar vivo y mirándote.
Formas siniestras se mueven entre las retorcidas ramas y el denso follaje; pequeñas formas que revolotean de árbol en árbol. Athel Loren ve y siente todo lo que sucede en él. Observa y guarda silencio, deseoso de acabar con todo el que ose entrar. Solamente aquellos a los que el valor les ha desprovisto de entendimiento se atreven a entrar en Athel Loren, pues el bosque es un lugar encantado lleno de maliciosos e intranquilos espíritus.
El bosque de Athel Loren desafía las leyes naturales del mundo y el tiempo corre de manera diferente en sus dominios. Un individuo que pase caminando por el bosque lo que para él no han sido más de dos horas y consiga volver a casa con vida puede descubrir que, en realidad, hace más de un siglo que abandonó su aldea. De igual forma, puedes vagar perdido por Athel Loren durante décadas y comprobar que tan solo han pasado unos minutos en el mundo exterior. Athel Loren está mucho más vivo que cualquier otro bosque, y sus arboledas y claros cambian de forma y lugar. Lo que al acampar te pareció un claro puede haberse convertido al despertar en un denso bosque. Además, las sendas tienden a desaparecer o cambiar de rumbo en cuestión de horas.
La mayor parte de los que entran en Athel Loren se encuentran una y otra vez en el punto de partida de su viaje por el bosque sin importar los esfuerzos que hagan por avanzar. Incluso aunque caminen en línea recta, aparecerán al poco tiempo en el mismo sitio: fuera del bosque. Muchos de los viajeros que se obstinan en entrar en Athel Loren son hallados en sus lindes balbuceando, enloquecidos, incapaces de decir dos palabras coherentes seguidas debido a las cosas de las que han sido testigos en el bosque y eso, si tienen la suerte de volver.
No obstante, hay espíritus cuyo corazón no odia a las demás criaturas vivas del mundo. El afortunado, o quien se lo merezca, encontrará un pasadizo entre sendas gracias a un providencial rayo de luz que le guía hasta él o se topará con una senda de manera inesperada al girar un recodo. Siempre hay seres que se atreverán a penetrar en el oscuro bosque con la intención de aprender los secretos del bosque o atraídos por fantásticas historias de tesoros y objetos escondidos en él.
Los mágicos salones de los Elfos Silvanos se encuentran repartidos por todo Athel Loren. En estos lugares, envueltos por una macilenta luz, se pueden escuchar risas y tonadas fantasmagóricas que recuerdan al soplido del viento a través de las ramas de primavera. Sus magníficos portales de entrada están tejidos con los troncos de antiguos árboles o excavados en las faldas de una colina. Estos lugares permanecen ocultos para todos aquellos que no son bienvenidos por los Elfos. Puede que estos seres pasen muy cerca de dichas entradas, pero nunca llegarán a descubrirlas.
Forestales, Guardianes del bosque |
Todos los que entren por alguno de estos extraños portales se encontrarán en gigantescas y preciosas cavernas bajo un árbol o una colina. Las raíces quedan mucho más arriba, curvadas para dar forma al elegante tejado del salón o entrelazadas entre sí para conformar columnas. Estos son los lugares que los Elfos Silvanos tienen como hogar: delicadas estructuras de etérea belleza. El lugar está adornado con elegantes linternas en cuyo interior hay diminutas formas brillantes. Aquí es donde los Elfos Silvanos celebran los ciclos naturales del bosque con banquetes en los que la comida y los fuertes vinos élficos corren a raudales. Los salones parecen cobrar vida gracias a las furiosas danzas, la melodiosa música y las cantarinas risas. Se dice que algunos viajeros, sobre todo caballeros errantes bretonianos, han tomado parte en alguna de estas fiestas, pero siempre con consentimiento, pues solamente un tonto se atrevería a probar los manjares de los Elfos sin permiso.
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